Sentía que estaba viendo mi vida pasar, que no tenía ningún sentido lo que hacía. No quería seguir manejando las redes sociales de los hoteles con los que había estado trabajando los últimos años. Eso no era lo que yo quería en mi vida. Otra vez estaba atrapado. Había caído en la espiral de la vida que nos consume. Aparentaba una vida feliz.

Después de varios meses de planear un viaje surreal por los municipios más afectados por el conflicto armado en Colombia, se me presentó la oportunidad de hacer el taller que tenía pensado en El Llanito, Santander. Haría parte de Las Tardes Naranja, una iniciativa que estaba adelantando la empresa para mejorar su relacionamiento con las comunidades. 

Llorar de la felicidad. Descubrir lo que me hacía feliz. Encontrar lo que quería hacer el resto de mi vida. Una vocación. Borré absolutamente todo lo que había hecho hasta el momento. Estaba muy motivado. Había sido una experiencia inolvidable. El camino para darle un sentido a mi vida.