Después de algunos meses de espera, me confirmaron la reunión. Revisé la presentación que tenía preparada. Triste. Así no me iban a pagar lo que costaba. La volví a hacer pensando en que reflejara todo lo que tenía para ofrecer. Valorarme y valorar mi trabajo. Comenzaba a construir una confianza y una línea de trabajo que hasta el momento no estaban definidas. Era la primera vez que pensaba en cómo me quería vender, en cómo quería ser visto.